La Gran Recesión de 2008, una crisis cuya factura estamos pagando todavía

El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers Holdings Inc, una compañía global de servicios financieros con sede en Estados Unidos, se declaraba en quiebra. En ese momento se trataba del cuarto banco de inversión de mayor envergadura del país americano, después de Goldman Sachs, Morgan Stanley y Merrill Lynch, por lo que se trata de la mayor quiebra de la historia estadounidense, y supuso el pistoletazo de salida de la crisis económica mundial.

El año 2008 marcó un hito en la historia económica de España, desencadenando una crisis financiera cuyos efectos resonaron a nivel global. A medida que las economías mundiales se tambalearon frente al colapso del mercado inmobiliario estadounidense, España se vio particularmente afectada debido a su fuerte dependencia del sector de la construcción y a un modelo de crecimiento desequilibrado.

El desencadenante principal de la crisis fue la burbuja inmobiliaria, un fenómeno caracterizado por un exceso de oferta de viviendas, especulación desmedida en el mercado de bienes raíces y una expansión crediticia descontrolada. La sobrevaloración de activos inmobiliarios generó una euforia irracional en la economía española, impulsando un crecimiento insostenible y alimentando una espiral especulativa que terminó abruptamente.

¿Qué consecuencias tuvo?

El estallido de la burbuja inmobiliaria, los bancos al borde de la quiebra, la falta de liquidez de las empresas y la incapacidad de los usuarios de hacer frente a las deudas derivó en una crisis económica generalizada que afectó enormemente a España. Entre los datos más devastadores se encuentra la tasa del paro.

El número de desempleados comenzó a aumentar en el verano de 2008 y alcanzó un máximo histórico en 2013, con más de cinco millones de parados. Los números comenzaron a bajar desde entonces y solo se han vuelto a acercar con la actual crisis del coronavirus que ha obligado a muchas empresas a despedir o ir a los ERTE —según los datos de agosto, hay 3,7 millones de parados en España.

Si separamos estos datos en diferentes estratos demográficos, se observa un impacto mucho mayor en la población inmigrante, en las mujeres y en los jóvenes. Los menores de 30 años llegaron a sufrir una tasa del 53.2% de desempleo, mucho mayor a los datos que aportaba de media el resto de países europeos, más cercanos al 15% de destrucción de empleo juvenil. Sin poder acceder al mercado laboral, muchos jóvenes optaron por seguir estudiando, lo que elevó las solicitudes de acceso a la universidad al tiempo que los presupuestos designados a la educación bajaban. Se atrasaba su entrada al mercado laboral y se precarizaban los empleos disponibles; la bajada de salarios hizo que ser mileurista dejara de ser causa de mofa para convertirse en una aspiración.

Uno de los sectores laborales más afectados fue el de la construcción, en el que se destruyó casi un 50% el empleo. El turismo y los pequeños comercios corrieron la misma suerte. Todo ello llevó a un desequilibrio de la economía nacional, fuertemente dependiente del sector servicios y de la construcción. Una vez más, se ponía de manifiesto la necesidad de una remodelación generalizada en este aspecto.

Respuesta gubernamental

La respuesta gubernamental se desplegó en un intento desesperado por mitigar los estragos de esta crisis sin precedentes. Políticas de austeridad irrumpieron en el panorama económico, marcando una senda de recortes en el gasto público y reformas estructurales. Sin embargo, estas medidas, si bien apuntaban a enmendar los desequilibrios, también sembraron las semillas de la discordia social, generando tensiones palpables en el tejido social de la nación.

El rescate bancario emergió como un bote salvavidas, con la inyección masiva de fondos públicos destinados a estabilizar entidades financieras tambaleantes. Esta medida, en conjunción con reformas regulatorias, se erigió como un faro de esperanza destinado a restaurar la confianza en el sistema bancario y a sentar las bases de una recuperación económica gradual.

No obstante, la senda hacia la recuperación se manifestó como un sendero tortuoso y escarpado. La creación de empleo, una piedra angular para la estabilidad económica, se mantuvo en un estado de letargo prolongado, desafiando los pronósticos más optimistas. Además, la deuda pública experimentó un ascenso vertiginoso, avivando el debate sobre la sostenibilidad a largo plazo.

La crisis del 2008 se reveló como una encrucijada crítica en la historia económica de España, puso al descubierto la vulnerabilidad inherente a un modelo económico asentado en la construcción y la deuda descontrolada. Las lecciones extraídas de este período tumultuoso se convirtieron en los pilares fundamentales sobre los cuales se erige la búsqueda de una economía más resiliente y adaptable a los embates futuros.

A medida que España se encaminaba hacia la senda de la recuperación, se hizo patente la necesidad de fomentar la diversificación económica, impulsar sectores no dependientes de la construcción y fortalecer la competitividad en el ámbito internacional. La resiliencia demostrada durante el proceso de superación de esta crisis sistémica ha sentado las bases para una economía más sólida y diversificada.

A continuación, adjuntaremos un documental sobre 2008 uno de los mejores documentales de la crisis. La cinta, dirigida por Charles Ferguson, se divide en cinco partes; cómo llegamos aquí, la burbuja (2001 - 2007), la crisis, responsabilidad y dónde estamos ahora, que le permiten analizar la crisis financiera desde diversos prismas.





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